El Zorro cazador

 

JuantoWild Corzos Zorros Bosques Campos

Sigo el rastro reciente de un par de corzos desde hace un buen rato, deben andar cerca. De repente aparecen en un campo, a lo lejos, junto a unos árboles. Me acerco con sigilo vigilando que cada uno de mis pasos sea solo silencio, mientras calculo instintivamente mi trayectoria, moviéndome arropado por las sombras de los arbustos en las primeras luces de la gélida mañana. Los tengo a tiro, a menos de 50 metros. No me han visto ni me han oído. Mi olor se va en la dirección opuesta a ellos mecido por una suave y fría brisa de otoño. Hago varias fotografías y al cabo de unos minutos de pura adrenalina, los pequeños y ágiles cérvidos se desvanecen. 

Antes de regresar a mi austero refugio del bosque, me desvío para revisar otra de mis zonas preferidas. Y sí, para mi sorpresa diviso una pequeña figura a unos trescientos metros. Con el zoom puedo comprobar que se trata de un zorro bastante oscuro y de buen tamaño que está ocupado cazando ratones. Me acerco procurando no ser detectado. El último tramo no tengo más remedio que reptar entre los rastrojos y los secos terrones del campo para tener una buena oportunidad. Aún así, todavía estoy demasiado lejos y tengo que forzar el zoom casi al máximo. Completamente estirado en el suelo permanezco inmóvil, con los codos bien apoyados en el suelo sujetando con firmeza mi cámara. Disparo varias veces y disfruto del momento como un niño. Tras varios minutos y muchas fotos, el zorro desaparece en una vaguada. 

Animado por la suerte de este lunes, en el que los cazadores armados no están en el monte, me dirijo a un aguardo próximo que también frecuento ocasionalmente. Apenas estoy llegando al lugar cuando aparece otro zorro a bastante distancia, así que con todo el cuidado del mundo me camuflo entre las sombras de las encinas. Éste zorro es más claro que el anterior, quizás más joven, quizás una hembra. Observo sus movimientos durante varios minutos: rasca sus pulgas con frenesí, cierra sus ojillos mientras se calienta con el Sol, aguza sus orejas para escuchar a nuevas presas y poco a poco se va acercando hasta mi posición, sin verme ni detectarme.  En una rápida carrera se acerca más todavía y caza un ratón que se almuerza sin darse cuenta de mi presencia. Es un momento que no tiene precio. Finalmente, satisfecho con su comida, se marcha correteando por las lindes sombreadas del campo y desaparece en el bosque.

Regreso a mi refugio para tomar un merecido café bien caliente. Después lo recojo todo tan rápido como lo monté: el pequeño toldo hecho con un poncho y unas cuerdas, el diminuto hornillo que me permite cocinar sin hacer fuego, el kit de circunstancias, la cantimplora y el cacillo… y poco más. La verdad es que no se necesitan demasiadas cosas. Lo guardo todo ordenadamente en mi mochila y me despido del bosque, de los campos y de sus habitantes, hasta la próxima ocasión.

No sé por qué pero hoy, mientras regreso a paso rápido monte a través, resuenan en mi mente las palabras de H.D. Thoureau: “Me fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentar sólo los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que ésta tenía que enseñar, para no descubrir en el momento de morir que no había vivido...”




Fecha: 03.11.25. Lugar: Algún lugar en la Catalunya central. FOTOS: 1. Rastro reciente de Corzo. 2. Corzo macho (Capreolus capreolus) 3. Refugio tipo cuña de viento y equipamiento 5C. 4. Zorro (Vulpes vulpes). 5. Yo...