Después de una gran nevada, no puedo resistirme a salir
hacia las montañas. Soy plenamente consciente que será muy difícil fotografiar
a algún animal… pero de todas formas mi cámara viene conmigo.
Tras pasar casi tres horas realizando un recorrido que
conozco como la palma de mi mano, no he visto ni tan siquiera el vuelo de un
pájaro lejano, ni las huellas de una liebre cruzando el camino…
Pero hoy he estado en un lugar mágico. Un lugar donde,
durante el invierno extremo, parece que solo viven el Gran Silencio Blanco y el
Paisaje Salvaje de los Pirineos.